martes, 25 de noviembre de 2008

MALTRATO PSICOLÓGICO CONTRA LA MUJER

El dolor físico que produce en una mujer la agresión de su pareja cesa, se mitiga cuando los sensores somáticos apropiados dejan de enviar comunicaciones a los centros nerviosos encargados de procesarlo. Tras el golpe, tras la paliza, el organismo acciona mecanismos de reajuste que se encargan de restañar las heridas, de rehabilitar en la medida de lo posible un equilibrio que en situaciones de tortura no puede ser más que precario, pues la exposición a la amenaza supedita la salud a la movilización sostenida del sistema de alerta de la víctima, siempre en tensión, agotado. Incluso, en entornos de agresión constante el cuerpo eleva sus umbrales perceptivos y el dolor acumulado se siente menos, se soporta más. Con todo, a pesar de las heridas y cicatrices que los golpes dejan en la piel, el mayor impacto en las mujeres víctimas de violencia por parte de sus parejas masculinas trasciende los confines fisiológicos del organismo, pues es atribuible a las repercusiones psicológicas, a las secuelas emocionales inherentes a las agresiones en una relación íntima.

La violencia, en cualquier escenario, tiene un efecto bidimensional, actuando nocivamente sobre la víctima tanto en un plano físico como psicológico. En el ámbito de la violencia contra la mujer en contextos domésticos, las agresiones siempre provocan consecuencias de índole psicológica asociadas a las lesiones físicas producto de los golpes. Las expresiones de deterioro psicológico encontradas en las víctimas de maltrato habitual oscilan entre la ansiedad crónica o la depresión por desesperanza, hasta la configuración de cuadros psicopatológicos como el síndrome de estrés postraumático. En este síndrome la mujer violentada es invadida por constantes pesadillas y pensamientos interferentes protagonizados por su agresor, se encuentra dominada por una respuesta de alarma desajustada que la hace hipersensible al entorno, y su cuerpo y mente se convulsionan cada vez que evocan un lugar, un recuerdo del ambiente donde sufre o sufriera la violencia.


Todos estos efectos son generalmente identificables a posteriori, se hacen patentes cuando se detecta la violencia. Sin embargo, en el espectro de modos denigrantes de anular a otro ser humano, encontramos otro tipo de maltrato no ligado necesariamente a violencia física alguna, más lento, más sutil, más silente, difícil de detectar, pero no menos insidioso y a veces bastante más destructivo: el maltrato psicológico.

La renovada legislación penal española de abril de 1999 reconoce el maltrato psicológico habitual como tipología delictiva en causas de violencia familiar. No obstante, pocas son las ocasiones en que puede demostrarse judicialmente su presencia y grave incidencia en la salud de la mujer maltratada. El maltratador psicológico no usa de la fuerza de sus manos o piernas, no utiliza objetos para golpear, no agrede sexualmente. Su violencia tiene el mismo objetivo que la aplicada por medios físicos, anular y dominar a la víctima, pero sus recursos son distintos. Prevaleciéndose de su acceso al recinto íntimo de seguridad y confianza construido en la pareja, el abusador psicológico pone en práctica un repertorio diverso de tácticas inscritas en una estrategia general de extinción progresiva de la identidad de la víctima. A menudo enmascarado entre conductas seudoafectivas dirigidas a desorientar emocionalmente a la mujer, el abuso psicológico se encarna en desvalorizaciones; amenazas encubiertas; conductas de restricción de la libertad de la mujer; críticas y ridiculización de aspecto, iniciativas y personalidad; culpabilización y, en torno a ello, un paulatino aislamiento que reduce las probabilidades de escape de la víctima y la expone traumáticamente a un entorno deshumanizante. El conjunto tiene un resultado acumulativo que debilita el sentido de la identidad de la víctima, desposeyéndola de referentes y minando subrepticiamente la capacidad de inserción equilibrada en su propio entorno vital. La integridad psicológica de la mujer abusada se fragmenta y ella comienza a sentirse insignificante, pequeña, avergonzada de ser y existir.

Detectar el abuso psicológico y fijar su existencia mediante medios de prueba es un reto todavía no afrontado con claridad por el sistema de asistencia a las víctimas. En este sentido, el rol de disciplinas como la Psicología Forense y el impulso de la investigación aplicada -en la delimitación conceptual del fenómeno y en la provisión de instrumentos válidos de evaluación- se consideran indispensables en la exacta determinación de las condiciones de convivencia de una pareja donde se perpetúa un agresor. El maltrato psicológico está subyacente, a menudo sin alcanzar el estatus de prueba, en la práctica totalidad de causas penales por violencia doméstica y en la mayoría de causas civiles de separaciones contenciosas. En paralelo, unida a la apropiada instrumentación de medios por parte del sistema de justicia, es necesario extender la concienciación de la población en general acerca la naturaleza e implicaciones del abuso psicológico, un área poco explorada pero cuya comprensión es imprescindible y nuclear para desterrar ciertas dinámicas deshumanizantes de las relaciones de pareja.

Violencia contra la mujer: formas, consecuencias y costos



La violencia contra la mujer adopta muchas formas; física, sexual, psicológica y económica. Estas formas guardan relación entre sí y afectan a las mujeres desde antes de nacer y hasta la vejez. A medidas que las sociedades cambian, las formas de violencia se modifican y surgen nuevas formas. Algunas formas de violencia, como la trata, trascienden las fronteras nacionales.

Las mujeres que experimentan la violencia sufren muy diversos problemas de salud y disminuye su capacidad para participar en la vida pública. La violencia contra la mujer perjudica a las familias durante generaciones, así como a las comunidades, y refuerza otros tipos de violencia en las sociedades.

La violencia contra la mujer también empobrece a las mujeres y a sus familias, comunidades y naciones. Disminuye la productividad económica, agota los recursos de los servicios públicos y los empleadores y reduce la formación de capital humano.

La violencia contra la mujer es compleja y diversa en sus manifestaciones y tiene consecuencias y costos de gran alcance y duraderos. Su eliminación requiere una respuesta amplia, sistemática y determinada.

Según el Estudio a fondo del Secretario General sobre la violencia contra la mujer:

Hay pruebas contundentes de que la violencia contra la mujer es grave y está generalizada en todo el mundo. Los estudios de la violencia contra la mujer realizados en al menos 71 países demuestran que una importante proporción de mujeres sufren la violencia física, sexual o psicológica.

La forma más común de violencia experimentada por las mujeres en todas partes es la violencia física infligida por su pareja. Por término medio, al menos una de cada tres mujeres es objeto de violencia por parte de su pareja durante su vida.

Muchas mujeres son objeto de violencia sexual por parte de su pareja. En un estudio de la OMS realizado en 11 países se llegó a la conclusión de que el porcentaje de mujeres que habían sido objeto de violencia sexual por su pareja fluctuaba entre 6% en el Japón y Serbia y Montenegro y el 59% en Etiopía.

También es un hecho generalizado la violencia psicológica o emocional que ejerce la pareja. La proporción de mujeres que habían sufrido violencia psicológica severa fluctuaba entre 10% en Egipto y 51% en Chile. En la primera encuesta nacional sobre la violencia contra la mujer realizada en Francia se determinó que el 35% de las mujeres habían experimentado presiones psicológicas por una pareja íntima durante un período de doce meses.

El femicidio –asesinato de mujeres – tiene características distintas al asesinato de hombres y suele llevar implícita la violencia sexual. Entre 40 y 70% de las mujeres asesinadas mueren a manos de sus esposos o novios en Australia, el Canadá, los Estados Unidos, Israel y Sudáfrica. En Colombia, cada seis días una mujer muere a manos de su pareja o ex pareja, según informes. Centenares de mujeres fueron secuestradas, violadas y asesinadas en Ciudad Juárez o sus alrededores, en México, en un período de diez años.

Más de 130 millones de niñas han sido objeto de mutilación genital. Esta práctica, que prevalece fundamentalmente en África y algunos países del Oriente Medio, predomina también entre algunas comunidades de inmigrantes en Europa, América del Norte y Australia.

El infanticidio femenino, la selección prenatal del sexo y el abandono sistemático de las niñas son un fenómeno generalizado en Asia meridional y oriental, el norte de África y el Oriente Medio.

Las mujeres experimentan el acoso sexual durante toda su vida. Entre 40 y 50% de las mujeres de la Unión Europea han informado de alguna forma de acoso sexual en el lugar de trabajo. En Malawi, el 50% de las escolares entrevistadas informaron de acoso sexual en la escuela.

La mayoría de los cientos de miles de personas objeto de trata cada año son mujeres y niños, y muchos son objeto de trata con fines de explotación sexual.

Las mujeres son también objeto de violencia cuando se encuentran bajo custodia policial. La violencia contra la mujer que se encuentra bajo custodia policial o en la cárcel abarca la violencia sexual; las prácticas inapropiadas de vigilancia; el desnudo para revisión practicado en presencia de hombres; y las exigencias de favores sexuales a cambio de prerrogativas, bienes o necesidades básicas.

La violencia contra la mujer en los conflictos armados suele manifestarse también en la violencia sexual. Durante el genocidio de 1994 en Rwanda, entre 250 000 y 500 000 mujeres fueron violadas; en los primeros años noventa, entre 20 000 y 50 000 mujeres fueron violadas durante el conflicto en Bosnia.

Muchas mujeres sufren múltiples formas de discriminación y un aumento del riesgo de violencia. Las mujeres indígenas del Canadá tienen cinco veces más probabilidades que otras mujeres de la misma edad de morir como resultado de la violencia. En Europa, América del Norte y Australia, más de la mitad de las mujeres con discapacidad han experimentado el maltrato físico, frente a una tercera parte de las mujeres que no tienen discapacidad.

Las mujeres que son objeto de violencia tienen más probabilidades de sufrir problemas físicos, mentales y de salud reproductiva. Son lesiones físicas las fracturas de huesos y las enfermedades crónicas. Las consecuencias para la salud reproductiva abarcan trastornos ginecológicos, infecciones de transmisión sexual, embarazos indeseados y problemas con el parto.

La violencia en el hogar y la violación representan el 5% del total de problemas de salud entre las mujeres de 15 a 44 años de edad en países en desarrollo y 19% en países desarrollados. La violencia crea mayores riesgos para la mujer de tener una mala salud física y reproductiva, además las mujeres maltratadas tienen una mala salud mental y un funcionamiento social menos acertado.

La violencia antes y durante el embarazo tiene graves consecuencias para la salud tanto de la madre como del hijo. La violencia da lugar a embarazos de alto riesgo y a problemas relacionados con la gestación, incluidos los abortos espontáneos, el parto prematuro y el bajo peso al nacer.

Las mujeres que han experimentado la violencia tienen más riesgo de contraer el VIH. El temor a la violencia impide también que la mujer tenga acceso a la información sobre el VIH/SIDA y reciba tratamiento y asesoramiento.

La depresión es una de las consecuencias más comunes de la violencia sexual y física contra la mujer. Hay muchas más probabilidades de que las mujeres objeto de violencia hagan uso indebido del alcohol y las drogas e informen de disfunción sexual, intentos de suicidio, estrés postraumático y trastornos del sistema nervioso central.

Ser testigo de constantes actos de violencia en el hogar puede crear patrones de conducta violenta en las relaciones personales de por vida.

La violencia contra la mujer puede impedir su plena participación en la actividad económica y cerrarle oportunidades de empleo.

Las niñas que son objeto de violencia tienen menos probabilidades de terminar su instrucción escolar. En un estudio realizado en Nicaragua se determinó que los hijos de mujeres víctimas de la violencia abandonaban los estudios en general cuatro años antes que los demás niños.

Los costos de la violencia contra la mujer, tanto directos como indirectos, son muy elevados. Estos costos abarcan los costos directos de los servicios para tratar y apoyar a las mujeres maltratadas y a sus hijos y llevar a los perpetradores ante la justicia. Los costos indirectos abarcan la pérdida del empleo y de la productividad y los costos en sufrimiento y dolor humano.

En el Canadá, en un estudio realizado en 1995 se calculó que los costos directos anuales de la violencia contra la mujer ascendían a 684 millones de dólares canadienses para el sistema judicial penal, 187 millones para la policía y 294 millones para los servicios de asesoramiento y capacitación, por un total de más de mil millones de dólares canadienses al año. En un estudio realizado en el Reino Unido en 2004 se estimó en 23 mil millones de libras esterlinas anuales, o 440 libras por persona, los costos directos e indirectos totales de la violencia doméstica, incluidos el dolor y el sufrimiento.

DETECCIÓN DEL MALTRATO



Los niños sufren de una variedad infinita de abusos, por lo general, a manos de los propios padres y a menudo sin lesión evidente ni queja. El maltrato infantil incluye una serie de ofensas que van de los extremos de la violación y el asesinato, hasta la más sutil e insidiosa negación de amor. Un niño que crece sin esperar nada sino un entorno hostil aprenderá a vivir dentro de estos límites y adaptará su comportamiento de tal forma que no traiga la mínima agresividad. Son niños que aprenden desde temprana edad a procurar la complacencia de cualquier adulto con el que puedan entrar en contacto como una forma de protegerse a sí mismos.

La habilidad para detectar que un niño ha sido maltratado depende del conocimiento por parte de cada observador, no sólo del estado físico de un menor, sino del comportamiento infantil normal. No basta con notar cualquier cambio en las interacciones sociales de un niño en particular, pues el niño agredido constantemente puede haber sufrido desde la primera infancia. Por consiguiente, cuando un niño parece comportarse de un modo anormal, deberá considerarse la posibilidad de que la causa sea el maltrato. La detección de esta variedad de maltrato infantil depende de dos factores: la preparación en los patrones típicos que aquél presenta y la experiencia para identifi car al niño maltratado.

COMÓ IDENTIFICAR A LOS NIÑOS MALTRATADOS

1. INDICADORES DE CONDUCTA

El comportamiento de los niños maltratados ofrece indicios que delatan su situación. Estos indicios no son específi cos, porque la conducta puede atribuirse a diversos factores. Los comportamientos que se enumeran hacen sospechar una situación de maltrato:

  • ausencias repetidas a clase;
  • disminución del desempeño académico y dificultades de concentración;
  • depresión constante o la presencia de conductas autoagresivas o ideas suicidas;
  • sumisión excesiva y actitud evasiva o defensiva frente a los adultos;
  • necesidad de expresiones afectuosas por parte de los adultos, especialmente cuando se trata de niños pequeños;
  • actitudes o juegos de contenido sexual persistentes e inadecuados para la edad.
2. INDICADORES FÍSICOS

alteración de los patrones normales de crecimiento y desarrollo;
falta de higiene y cuidado corporal;
descuido en el cuidado dental;
señales de castigo corporales;
accidentes frecuentes;
embarazo precoz.

FACTORES ASOCIADOS CON EL MALTRATO Y LAS CAUSAS

1. FACTORES INDIVIDUALES

  • Ascendientes maltratadores
  • Concepto equivocado de la disciplina
  • Falsas expectativas
  • Inmadurez
  • Retraso mental
  • Psicopatías
  • Adicciones
  • Trato brusco

2. FACTORES FAMILIARES

  • Hijos no deseados
  • Desorganización hogareña
  • Penurias económicas
  • Desempleo o subempleo
  • Disfunción conyugal
  • Falta de autodominio
  • Educación severa
3. FACTORES SOCIALES

  • Concepto del castigo físico
  • Actitud social negativa hacia los niños
  • Indiferencia de la sociedad

DIFERENCIANDO MALTRATO Y CASTIGO


Identificar el maltrato como violencia sobre los hijos implica diferenciarlo del castigo, como acción
correctiva, que en la familia se relaciona con intenciones educativas y formativas, y que se permite socialmente para generar y lograr interiorizar en el niño regulaciones sociales que le permitan y faciliten su socialización.

El castigo como reparación es parte de la cultura, de ideales sociales, de creencias que desde los principios éticos y morales de una cultura regulan el empuje a la propia satisfacción de los impulsos sexuales y agresivos, como tendencias comunes que exponen la vida social. Según este concepto el castigo es violencia simbólica, en tanto evita la repetición de actos que sin los límites impuestos, precipitarían al niño y más tarde al adulto a la consecución de un goce inútil.

Si el castigo se ejerce sin crueldad, sin sadismo, sin deseos de venganza y se basa en el amor, tendrá un efecto protector para el niño y le permitirá aceptar las renuncias que sus padres le imponen. Debe considerarse la subjetividad del agresor. El niño, como parte de lo íntimo en la familia, es un objeto interno, es decir, representa para los padres atributos, defectos, deseos y aspiraciones edificados a lo largo de la historia de ambos. La valoración facilitará identificar repeticiones o formaciones reactivas de experiencias vividas por el agresor con aquéllos que forman parte de su propia historia y que permiten, por imitación, una definición de la ofensa y de la reparación.


Los padres deben hacer del castigo un reclamo, una comunicación o un acto de pacificación, que permite en su ejercicio la posibilidad de un pacto, de una transacción o de una cesión, que permita al niño enfrentarse a una ley que admite circunstancias atenuantes externas y subjetivas al cometerse una falta. Aquí la acción del padre que sigue la ley que él mismo quiere hacer respetar, puede presentarse como un acto de amor.

Cuando lo ilógico, lo absurdo, aparece lo simbólico del acto de castigar desaparece en el actuar del padre, haciéndose visible la agresividad que existe en el maltrato. Cuando los seres de los que se depende se convierten en persecutores, y el niño no encuentra su puesto en la casa ni en el amor de los padres, estamos ante el maltrato infantil. El maltrato se identifica por su desproporción, por no tener justificación, por el exceso y la repetición.

El niño se convierte en objeto de una descarga incomprensible de la cual se le hace responsable, denigrándolo, acusándolo y exagerando la falta que cometió. Esto se escucha en las primeras entrevistas de tratamiento. Se evidencia rabia, hostilidad, rechazo, desprecio o decepción, como sentimientos que sostienen la relación con el menor abusado. En el amor ambivalente predominan los afectos negativos. Cuando el amor es resultado de una decepción, se degrada, generando el castigar con crueldad aquello que en el niño falla.

Quien maltrata parte de la insatisfacción con el menor, del que quiere obtener reparación por algo que cree merecer, y a la vez, el maltratado reclama para sí bienes, afectos, tratos que hagan manifiesto el amor. Sin embargo, aunque el reclamo y las demandas de reconocimiento que se dirigen al menor se sostienen en la frustración y en el maltrato físico y psicológico, generarán también carencia de afecto que producirá diferentes efectos en cada niño.

Causas de maltrato infantil



Se supone que los factores de situaciones de estrés se derivan de los siguientes cuatro componentes:

1. Relaciones entre padres: segundas nupcias, disputas maritales, padrastros cohabitantes o padres separados solteros.

2. Relación con el niño: espaciamiento entre nacimientos, tamaño de la familia, apego de los padres al niño y expectativas de los padres ante el niño.

3. Estrés estructural: malas condiciones de vivienda,desempleo, aislamiento social, amenazas a la autoridad, valores y autoestima de los padres.

4. Estrés producido por el niño: niño no deseado, niño problema, un niño que no controla sus esfínteres, difícil de disciplinar, a menudo enfermo, físicamente deforme o retrasado.

Las posibilidades de que estos factores desemboquen en maltrato infantil o abandono, determinan la relación padres-hijo y dependen de ella. Una relación segura entre éstos amortiguará cualquier efecto del estrés y proporcionará estrategias para superarla a favor de la familia. En cambio, una relación insegura o ansiosa no protegerá a la familia que esté bajo tensión; la sobrecarga de acontecimientos, como las discusiones o el mal comportamiento del menor, pueden generar diversos ataques físicos o comportamientos contra el niño.

En suma, lo anterior tendrá un efecto negativo en la relación existente entre los padres y el niño, y reducirá los efectos amortiguadores aún más. Así, se establece un círculo vicioso que lleva a una sobrecarga del sistema familiar y en el cual el estrés constante ocasiona agresiones físicas reiteradas. La situación empeora en forma progresiva, si no se interviene prontamente, y puede calificarse como una espiral de violencia.

De aquí se desprende que la relación padres-hijo debe ser el punto central para el trabajo en la prevención, el tratamiento y el manejo del maltrato y el abandono infantiles.
Finalmente, los valores culturales y comunitarios pueden afectar las normas y estilos del comportamiento de los padres. Éstos recibirán la influencia de su posición social, en lo que se refi ere a edad, sexo, educación, posición socioeconómica, grupo étnico y antecedentes de clase social.

Un grupo importante de padres que maltrata o abusa de sus hijos han sufrido en su infancia falta
de afecto y maltrato. Esto suele asociarse a una insufi ciente maduración psicológica para asumir el rol de la crianza, las inseguridades y perspectivas o expectativas que no se ajustan a lo esperado en cada etapa evolutiva de sus hijos, lo cual genera trastornos en el vínculo y la relación con los niños.

Entonces todo hecho de la vida cotidiana por insignificante que sea, toda actuación que se considere irritante, encuentra un padre o una madre en situación de crisis, con escasa tolerancia y con dificultad para solicitar apoyo externo, situación que facilita el estallido de violencia.
Ningún factor demográfi co predice el maltrato físico.

Solo el abuso físico, en sí mismo es un factor de predicción de la aceptación de la disciplina basada
en métodos físicos y se considera un privilegio o un derecho de los padres en las diferentes culturas. Sin embargo, parece que el abuso sexual en niñas es más frecuente en hispanos que viven en Estados Unidos.

Los factores que se relacionan con el maltrato son los siguientes:

1. La repetición de una generación a otra de una pauta de hechos violentos, negligencia o privación física o emocional por parte de los padres.

2. El niño es considerado indigno de ser amado o es desagradable, en tanto las percepciones que los padres tienen de sus hijos no se adecuan ala realidad de los niños; además se considera que el castigo físico es un método apropiado para corregir y los acerca a sus expectativas.

3. Es más probable que los malos tratos tengan lugar en momentos de crisis. Esto se asocia con el hecho de que muchos padres maltratadores tienen escasa capacidad de adaptarse a la vida adulta.

4. En el momento conflictivo no hay comunicación con las fuentes externas de las que pueden recibir apoyo. En general estos padres tienen dificultades para pedir ayuda a otras personas. Tienden a aislarse y carecen de amigos o personas de confianza.

Violencia contra la Mujer



Mundialmente, por lo menos una mujer de cada tres ha sido golpeada, forzada a tener relaciones sexuales, o maltratada de alguna manera en el curso de su vida. El agresor es con frecuencia un familiar. Cada vez más se reconoce que la violencia basada en el género es un importante problema de salud pública y una violación de los derechos humanos.

La violencia contra la mujer es el abuso más generalizado de los derechos humanos, pero el menos reconocido. También es un serio problema sanitario, que consume la energía de la mujer, comprometiendo su salud física y socavando su amor propio. Pese a los elevados costos que ocasiona, casi todas las sociedades del mundo tienen instituciones que legitiman, opacan y niegan el abuso. Los mismos actos que se castigarían si estuvieran dirigidos a un empleador, un vecino o un conocido, no se cuestionan si proceden de un hombre contra una mujer, especialmente dentro de la familia.


La expresión "violencia contra la mujer" se refiere a muchos tipos de comportamiento perjudicial para las mujeres y las niñas por pertenecer éstas al sexo femenino. En 1993 las Naciones Unidas ofrecieron la primera definición oficial de ese tipo de violencia cuando la Asamblea General aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. De acuerdo con el artículo 1 de la Declaración, la violencia contra la mujer incluye:

Todo acto de violencia basado en el género que resulte, o tenga probabilidad de resultar, en daño físico, sexual o psicológico o sufrimiento de la mujer, e inclusive la amenaza de cometer esos actos, la coerción y la privación arbitraria de la libertad, sea que ocurran en la vida pública o en la vida privada.

El artículo 2 de la Declaración de las Naciones Unidas pone en claro que la definición de violencia contra la mujer deberá abarcar los actos de violencia física, sexual y psicológica en la familia y la comunidad, pero no limitarse a ellos. En estos actos están incluidos la agresión física marital, el abuso sexual de las niñas, la violencia por causa de la dote, la violación, incluida la violación en el matrimonio, y las prácticas tradicionales perjudiciales para la mujer, como la mutilación genital de la mujer. También están incluidos la violencia no marital, el acoso y la intimidación sexual en el trabajo y en la escuela, el tráfico de mujeres, la prostitución forzada y la violencia perpetrada o tolerada por el Estado, como la violación en tiempo de guerra.

La violencia contra la mujer es diferente de la violencia interpersonal en general. La naturaleza y las modalidades de la violencia contra los hombres, por ejemplo, difieren habitualmente de las dirigidas contra la mujer. Los hombres tienden más que las mujeres a ser víctimas de un extraño o de un conocido ocasional. Es más probable, en cambio, que las mujeres sean víctimas de un familiar o de la pareja íntima. El hecho de que por lo común las mujeres están emocionalmente involucradas con los que las maltratan y son económicamente dependientes de ellos, tiene profundas inferencias sobre la manera en que la mujer experimenta la violencia y cuál es la mejor manera de intervenir.

La violencia contra las mujeres y las niñas incluye el maltrato físico y el abuso sexual, psicológico y económico. Generalmente se la conoce como violencia "basada en el género" por desarrollarse en parte a raíz de la condición subordinada de la mujer en la sociedad. Muchas culturas tienen creencias, normas e instituciones sociales que legitiman y por ende perpetúan la violencia contra la mujer. Los mismos actos que se castigarían si estuvieran dirigidos a un empleador, un vecino o un conocido, suelen quedar impunes cuando el hombre lo dirige a la mujer, especialmente en el seno de la familia.


Los efectos de la violencia pueden ser devastadores para la salud reproductiva de la mujer y para otros aspectos de su bienestar físico y mental. Además de causar lesiones, la violencia lleva a que aumente el riesgo a largo plazo de la mujer a desarrollar otros problemas de salud, como dolores crónicos, discapacidad física, uso indebido de drogas y alcohol y depresión. Las mujeres con una historia de maltrato físico o abuso sexual también enfrentan un riesgo mayor de embarazos involuntarios, infecciones de transmisión sexual y resultados adversos del embarazo.
El abuso físico y sexual está presente en algunos de los problemas de salud reproductiva más difíciles de nuestro tiempo: embarazos no deseados, el VIH y otras infecciones de transmisión sexual y complicaciones del embarazo. Un número creciente de estudios documentan las maneras en que la violencia por parte del compañero íntimo y la coerción sexual menoscaban la autonomía sexual y reproductiva de la mujer y ponen en peligro su salud.

Dos de las formas más comunes de violencia contra la mujer son el abuso por parte de sus compañeros íntimos y la actividad sexual forzada, sea que tengan lugar en la niñez, en la adolescencia o en la vida adulta. El abuso por parte del compañero íntimo casi siempre está acompañado de abuso psicológico y de relaciones sexuales forzadas. En su mayoría, las mujeres maltratadas por sus compañeros sufren agresiones en numerosas ocasiones. En realidad, las relaciones abusivas se desarrollan comúnmente en una atmósfera de terror.

El abuso por parte de la pareja íntima, que da lugar a las expresiones "esposas agredidas", "agresión física", o "violencia en el hogar", es generalmente parte de un patrón de comportamiento y control abusivos más que un acto aislado de agresión física. El abuso por parte de la pareja puede adoptar una variedad de formas, incluido el maltrato físico, como golpes, bofetadas, puntapiés y palizas; el abuso psicológico, como el menosprecio, la intimidación y la humillación constantes; y la actividad sexual forzada. En el abuso suele estar incluido el comportamiento de control, tendiente a aislar a la mujer de su familia y amigos, vigilar sus movimientos y restringir su acceso a los recursos.

La violencia por parte del compañero tiene lugar en todos los países y no está limitado a ciertos grupos sociales, económicos, religiosos o culturales. Aunque las mujeres también pueden ser violentas y el abuso existe en algunas relaciones homosexuales, la vasta mayoría de los casos de abuso por parte de la pareja es del hombre contra la compañera.

Si bien la violencia en el hogar tiene lugar en todos los grupos socioeconómicos, los estudios encuentran que las mujeres que viven en la pobreza tienen más probabilidad de experimentar actos de violencia que las mujeres de condición socioeconómica más alta. La condición socioeconómica inferior probablemente refleje una variedad de condiciones que, combinadas, contribuyen a aumentar el riesgo de convertir a la mujer en víctima, varios factores se combinan para aumentar la probabilidad de que un hombre determinado en un ambiente determinado actúe violentamente contra una mujer.

En numerosas culturas se sostiene que el hombre tiene derecho a controlar el comportamiento de la esposa y que la mujer que disputa ese derecho puede ser castigada. En Bangladesh, Camboya, India, México, Nigeria, Pakistán, Papúa Nueva Guinea, Tanzania y Zimbabwe, los estudios revelan que la violencia se considera por lo común una corrección física, o sea, el derecho del marido de "corregir" a la esposa que yerra. Como dijo un marido en una discusión de grupos de enfoque en Tamil Nadu, India: "Si el error es grande, se justifica entonces que el marido golpee a su mujer. ¿Por qué no? La vaca no obedece si no se le pega".

La justificación de la violencia se deriva por lo común de las normas relativas al género, o sea, las normas sociales sobre el papel y los deberes apropiados del hombre y la mujer. Por lo general, los hombres tienen relativamente carta blanca siempre que sostengan económicamente a la familia. De las mujeres se espera que se ocupen de la casa y cuiden a los hijos y que demuestren obediencia y respeto al marido. Si el hombre percibe que de alguna manera su esposa no se ajustó a su papel, fue más allá de los límites establecidos o desafió los derechos del marido, éste puede entonces reaccionar violentamente.

Mundialmente, los estudios identifican una lista constante de sucesos tachados de "desencadenar" violencia. En ellos están incluidos los siguientes: no obedecer al marido, contestarle de mal modo, no tener la comida preparada a tiempo, no ocuparse debidamente de los hijos o la casa, hacerle preguntas sobre el dinero o las presuntas amigas, ir a alguna parte sin su permiso, negarse a tener relaciones sexuales con él, o expresarle su sospecha de que no le es fiel. Todas estas formas de comportarse constituyen una transgresión de la normas relativas al género.
En su mayoría, las mujeres que sufren abuso no son víctimas pasivas, sino que se valen de estrategias activas para lograr el máximo de seguridad para ellas y sus hijos. Algunas mujeres resisten, otras huyen y otras más tratan de mantener la paz rindiéndose a las demandas del marido. Lo que a un observador puede parecerle falta de respuesta a una vida de violencia, puede ser en realidad una evaluación estratégica de lo que debe hacer la mujer para sobrevivir en el matrimonio y protegerse a sí misma y a sus hijos.

La respuesta de la mujer al abuso suele verse limitada por las opciones a su alcance. Las mujeres citan constantemente razones parecidas para permanecer en relaciones abusivas: temor de represalias, preocupación por los hijos, dependencia económica, falta de apoyo de la familia y los amigos, y la constante esperanza de que "él cambie". En los países en desarrollo las mujeres citan lo inaceptable que es ser soltera o no casada como obstáculo adicional que las mantiene en matrimonios destructivos.

Al mismo tiempo, la negación y el miedo al rechazo social muchas veces impiden que la mujer acuda en busca de ayuda. Pese a los obstáculos, numerosas mujeres abandonan finalmente al compañero violento, aun después de muchos años, una vez crecidos los hijos. El tiempo medio que las mujeres permanecen en una relación violenta es de cinco años. Las mujeres más jóvenes muestran mayor tendencia a abandonar antes esa relación.


El abandono de una relación abusiva es un proceso. El proceso comprende por lo común períodos de negación, autoculpabilidad y aguante antes de que la mujer reconozca que el abuso es una modalidad y se identifique con otras mujeres en la misma situación. Este es el comienzo de la ruptura y la recuperación. En su mayoría, las mujeres dejan la relación y retornan varias veces antes del abandono definitivo.
Numerosos gobiernos se han comprometido a acabar con la violencia contra la mujer y han aprobado y puesto en vigor legislación que garantiza los derechos jurídicos de aquélla y castiga a los culpables. Además, las estrategias centradas en la comunidad pueden concentrarse en habilitar a la mujer, llegar a los hombres y cambiar las creencias y actitudes que permiten el comportamiento abusivo. Sólo cuando la mujer ocupe el lugar que le corresponde en la sociedad, en pie de igualdad con el hombre, la violencia dirigida contra ella no será ya una norma invisible sino una horrible aberración.

Hoy día las instituciones internacionales hablan en contra de la violencia basada en el género. Encuestas y estudios están recogiendo más información sobre la prevalencia y la naturaleza del abuso. También está aumentando el número de organizaciones, proveedores de servicios y autoridades que reconocen las serias consecuencias adversas de la violencia contra la mujer para la salud de ésta y para la sociedad.

Un número creciente de programas de salud reproductiva y de médicos comprenden que tienen que desempeñar un papel clave en la tarea de abordar la violencia, no sólo ayudando a las víctimas, sino también previniendo el abuso. A medida que se conoce mejor el alcance de la violencia basada en el género y las razones subyacentes, mayor es el número de programas que encuentran distintas maneras de abordarla.

lunes, 24 de noviembre de 2008

CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE LOS HOMBRES QUE EJERCEN VIOLENCIA CONYUGAL




Actualmente se reconoce que la agresión entre los miembros del núcleo familiar no es un fenómeno nuevo. Por el contrario, ha estado presente durante las diversas épocas de la historia de las sociedades. No obstante, sólo en forma reciente ha empezado a ser objeto de estudio de la psicología y las demás disciplinas interesadas en el comportamiento social humano.


Una parte del interés en torno a la violencia dentro de la familia se ha centrado en los intentos por determinar la dimensión cuantitativa del fenómeno. Si bien las cifras difieren según la región y el contexto sociocultural donde se realizan los estudios, estos indican que la violencia dentro de la familia en sus diversas formas presenta una alta prevalencia entre personas de todas las edades, clases sociales, religiones y razas. De la misma forma, se ha presentado un aumento progresivo en el número y proporción de casos reportados durante los últimos años, lo cual puede ser indicativo tanto de una incidencia mayor
como de un cambio en la forma como se concibe este fenómeno a nivel legal, estatal, social e incluso teórico e investigativo.
A modo ilustrativo, en el caso de Colombia la encuesta representativa nacional de PROFAMILIA (1990) mostró que el 65% de las mujeres interrogadas declaró haber peleado alguna vez con su esposo o compañero de convivencia; el 18.8% reportó haber sido objeto de agresión física, el 30.4% de agresión verbal y el 8.8% de agresión sexual, todas éstas, formas de violencia ejercidas por parte del compañero conyugal.



No obstante, la evidencia de que es el hombre quien en la mayor parte de los casos ejerce violencia al interior de la relación de pareja, contrasta con la escasa investigación existente en el contexto colombiano e hispanoamericano en torno a las características psicosociales de tales hombres. Esto puede ser consecuencia de las dificultades prácticas y metodológicas que implica el trabajo con hombres renuentes a participar en los estudios, o bien de la existencia de juicios de valor en torno a personas frecuentemente estigmatizadas por sus comportamientos violentos y las consecuencias físicas y psicológicas de éstos sobre sus parejas.
Adicionalmente, estos inconvenientes limitan en gran medida el nivel de análisis de los datos obtenidos hasta el momento (Browne y Herbert, 1996). La mayor parte de los estudios sobre esta población corresponden a los resultados de experiencias de asistencia psicoterapéutica (Ortiz, 2000; Echeburúa, 1994; Corsi, 1989).


Los estudios antes mencionados, y otros realizados en contextos diferentes, han identificado diversas características sociodemográficas, culturales, psicológicas e incluso biológicas de los hombres que ejercen violencia hacia su cónyuge. Los modelos de explicación del fenómeno conforman un rango amplio y heterogéneo que recurre para su objetivo a hallazgos y supuestos de disciplinas como la biología, la psiquiatría, la epidemiología, la sociología, la antropología y las diversas corrientes psicológicas y psicodinámicas. Es innegable que la violencia familiar y conyugal en específico son fenómenos multideterminados, que en su origen y mantenimiento tienen la influencia de variables macroestructurales, individuales e intrapersonales.




En relación con las características individuales se han identificado, entre otras, condiciones biológicas (elevados niveles de testosterona), rasgos de personalidad (hostilidad, dependencia afectiva, celos excesivos, síntomas depresivos), e incluso trastornos psiquiátricos (trastorno de personalidad antisocial, depresión mayor, trastorno bipolar, abuso de sustancias). A nivel comportamental y cognitivo las investigaciones han identificado características como baja autoestima y autoconcepto, déficit en habilidades sociales dentro del contexto conyugal, dificultades para el afrontamiento de eventos estresantes, así como dificultades en la interpretación y expresión de emociones negativas (como tristeza o ira). También se ha identificado un amplio rango de distorsiones o esquemas cognitivos inadecuados, especialmente, en lo concerniente al comportamiento de la pareja, el rol como esposo o compañero conyugal y el papel de la agresión conyugal como forma de resolver conflictos, o poner fin a un evento o situación desagradable, ejerciendo de esta forma control sobre su ambiente.
Ante la complejidad del fenómeno de la violencia conyugal y el reducido número de estudios dedicados a la caracterización de los hombres que ejercen dicho tipo de violencia en el contexto latinoamericano, la presente investigación tuvo como objetivo establecer las características psicológicas de un grupo de hombres que ejercen comportamientos de agresión hacia su cónyuge a través de la comparación de las mismas características en hombres que no ejercen tales conductas. Las características tenidas en cuenta para la comparación fueron: nivel de estrés percibido, respuestas de afrontamiento ante situaciones estresantes, estilo de comunicación en situaciones de interacción con la pareja y nivel de rabia percibida.



Las hipótesis planteadas en el estudio fueron:
1. Los hombres que ejercen comportamientos violentos hacia su cónyuge actual presentarán una mayor proporción de comportamientos de comunicación agresiva o pasivo-agresiva con su pareja, a diferencia de los hombres sin antecedentes de ejercicio de violencia que presentarán una mayor proporción de comportamientos asertivos o pasivos.
2. Los hombres que ejercen comportamientos violentos hacia su cónyuge presentarán niveles de estrés percibido significativamente más altos que los de hombres sin
antecedentes de ejercicio de comportamientos violentos en su relación de pareja.
3. Los hombres que ejercen comportamientos violentos hacia su cónyuge presentarán diferencias significativas en sus respuestas de afrontamiento con respecto a los
hombres sin antecedentes de comportamientos violentos hacia su cónyuge.
4. Los hombres que ejercen comportamientos violentos hacia su cónyuge presentarán niveles de ira percibida significativamente más altos que los de los hombres sin
antecedentes de ejercicio de estos comportamientos.

Instrumentos de Protección contra la violencia intrafamiliar


Normas Nacionales




Constitución Nacional (artículos 42 al 46, entre otros).

    • Ley 294 de 1996 (Ley de Violencia Intrafamiliar) modificada por la Ley 575 de 2000.
    • Decreto Ley 2737 de 1989. Código del Menor.
    • Ley 599 de 2000 Código Penal “Delitos contra la familia”.
    • Ley 600 de 2000 Código de Procedimiento Penal. “Delitos contra la familia”.
    • Ley 882 de 2004 “Ley de ojos morados”.

LEY 575 DE 2000

Artículo 1°. Toda persona que dentro de su contexto familiar sea víctima de daño físico o síquico, amenaza, agravio, ofensa o cualquier otra forma de agresión por parte de otro miembro del grupo familiar, podrá pedir, sin perjuicio de las denuncias penales a que hubiere lugar, al Comisario de familia del lugar donde ocurrieren los hechos y a falta de éste al Juez Civil Municipal o promiscuo municipal, una medida de protección inmediata que ponga fin a la violencia, maltrató psicológico o agresión o evite que ésta se realice cuando fuere inminente.

ARTÍCULO 2°.El artículo 5° de la Ley 294 de 1996 quedará así:

Artículo 5°. Si el Comisario de Familia o el Juez de conocimiento determina que el solicitante o un miembro de un grupo familiar ha sido víctima de violencia o maltrato, emitirá mediante providencia motivada una medida definitiva de protección, en la cual ordenará al agresor abstenerse de realizar la conducta objeto de la queja, o cualquier otra similar contra la persona ofendida u otro miembro del grupo familiar. El funcionario podrá imponer, además, según el caso, las siguientes medidas:

a) Ordenar al agresor el desalojo de la casa de habitación que comparte con la víctima, siempre que se hubiere probado que su presencia constituye una amenaza para la vida, la integridad física o la salud de cualquiera de los miembros de la familia;

b) Ordenar al agresor abstenerse de penetrar en cualquier lugar donde se encuentre la víctima, cuando a discreción del funcionario dicha limitación resulte necesaria para prevenir que aquél moleste, intimide, amenace o de cualquier otra forma interfiera con la víctima o con los menores, cuya custodia provisional le haya sido adjudicada;

c) Prohibir al agresor esconder o trasladar de la residencia a los niños y personas discapacitadas en situación de indefensión miembros del grupo familiar, sin perjuicio de las acciones penales a que hubiere lugar;

d) Obligación de acudir a un tratamiento reeducativo y terapéutico en una institución pública o privada que ofrezca tales servicios, a costa del agresor cuando éste ya tuviera antecedentes en materia de violencia intrafamiliar;

e) Si fuere necesario, se ordenará al agresor el pago de los gastos médicos, psicológicos y psíquicos que requiera la víctima;

f) Cuando la violencia o maltrato revista gravedad y se tema su repetición el Comisario ordenará una protección temporal especial de la víctima por parte de las autoridades de policía, tanto en su domicilio como en su lugar de trabajo, si lo tuviere;

g) Cualquier otra medida necesaria para el cumplimiento de los propósitos de la presente ley.



ARTÍCULO 3°. El artículo 6° de la Ley 294 de 1996 quedará así:

Artículo 6°. Cuando el hecho objeto de la queja constituyere delito o contravención, el funcionario de conocimiento remitirá las diligencias adelantadas a la autoridad competente, sin perjuicio de las medidas de protección consagradas en esta ley.



Estos son algunos de los articulos de esta ley que en total son 14.



Decreto Ley 2737 de 1989
CAPITULO PRIMERO
OBJETO DE ESTE CODIGO



ARTICULO 1o. Este Código tiene por objeto:

1. Consagrar los derechos fundamentales del menor.

2. Determinar los principios rectores que orientan las normas de protección al menor, tanto para prevenir situaciones irregulares como para corregirlas.

3. Definir las situaciones irregulares bajo las cuales pueda encontrarse el menor; origen, características y consecuencias de cada una de tales situaciones.

4. Determinar las medidas que deben adoptarse con el fin de proteger al menor que se encuentre en situación irregular.

5. Señalar la competencia y los procedimientos para garantizar los derechos del menor.

6. Establecer y reestructurar los servicios encargados de proteger al menor que se encuentre en situación irregular, sin perjuicio de las normas orgánicas y de funcionamiento que regulen el Sistema Nacional de Bienestar Familiar.



CAPITULO SEGUNDO
DE LOS DERECHOS DEL MENOR



ARTICULO 2o. Los derechos consagrados en la Constitución Política, en el presente Código y en las demás disposiciones vigentes, serán reconocidos a todos los menores, sin discriminación alguna por razones de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o cualquier otra condición suya, de sus padres o de sus representantes legales.

ARTICULO 3o. Todo menor tiene derecho a la protección, al cuidado y a la asistencia necesaria para lograr un adecuado desarrollo físico, mental, moral y social; estos derechos se reconocen desde la concepción.

Cuando los padres o las demás personas legalmente obligadas a dispensar estos cuidados no estén en capacidad de hacerlo, los asumirá el Estado con criterio de subsidiaridad.

Todo menor tiene el derecho intrínseco a la vida y es obligación del Estado garantizar su supervivencia y desarrollo.

ARTICULO 5o. TODO MENOR TIENE DERECHO A QUE SE LE DEFINA SU FILIACION. A esta garantía corresponde el deber del Estado de dar todas las oportunidades para asegurar una progenitura responsable.

El menor será registrado desde su nacimiento y tendrá derecho a un nombre, a una nacionalidad, a conocer sus padres y a ser cuidado por ellos.



LEY 599 DE 2000



Artículo 1°. Dignidad humana. El derecho penal tendrá como fundamento el respeto a la dignidad humana.

Artículo 2°. Integración. Las normas y postulados que sobre derechos humanos se encuentren consignados en la Constitución Política, en los tratados y convenios internacionales ratificados por Colombia, harán parte integral de este código.

Artículo 3°. Principios de las sanciones penales. La imposición de la pena o de la medida de seguridad responderá a los principios de necesidad, proporcionalidad y razonabilidad.

El principio de necesidad se entenderá en el marco de la prevención y conforme a las instituciones que la desarrollan.

Artículo 4°. Funciones de la pena. La pena cumplirá las funciones de prevención general, retribución justa, prevención especial, reinserción social y protección al condenado.

La prevención especial y la reinserción social operan en el momento de la ejecución de la pena de prisión.

Artículo 5°. Funciones de la medida de seguridad. En el momento de la ejecución de la medida de seguridad operan las funciones de protección, curación, tutela y rehabilitación.

Artículo 6°. Legalidad. Nadie podrá ser juzgado sino conforme a las leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante el juez o tribunal competente y con la observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio. La preexistencia de la norma también se aplica para el reenvío en materia de tipos penales en blanco.
La ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior se aplicará, sin excepción, de preferencia a la restrictiva o desfavorable. Ello también rige para los condenados.
La analogía sólo se aplicará en materias permisivas.



LEY 600 DE 2000



Artículo 1°. Dignidad humana. Todos los intervinientes en el proceso penal serán tratados con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.

Artículo 2°. Integración. En los procesos penales se aplicarán las normas que en materia de garantías se hallan consignadas en la Constitución Política y en los Tratados y Convenios internacionales ratificados por el Estado Colombiano, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 94 de la Constitución Política.

Artículo 3°. Libertad. Toda persona tiene derecho a que se respete su libertad. Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni privado de su libertad, ni su domicilio registrado, sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente, emitido con las formalidades legales y por motivos previamente definidos en la ley.
La detención preventiva, en los términos regulados en este código, estará sujeta a la necesidad de asegurar la comparecencia al proceso del sindicado, la preservación de la prueba y la protección de la comunidad.

Artículo 4°. Habeas Corpus. Quien estuviere ilegalmente privado de su libertad tiene derecho a invocar ante cualquier autoridad judicial, en todo tiempo, por sí o por interpuesta persona, el habeas corpus, el cual debe resolverse en un término de treinta y seis (36) horas contadas desde el momento de la solicitud.

Artículo 5°. Igualdad. Es deber de los servidores judiciales hacer efectiva la igualdad de los intervinientes en el desarrollo de la actuación procesal y proteger especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta.

Artículo 6°. Legalidad. Nadie podrá ser investigado, ni juzgado sino conforme a la ley procesal vigente al tiempo de la actuación procesal, con observancia de las formas propias de cada juicio.
La ley procesal de efectos sustanciales permisiva o favorable, aun cuando sea posterior a la actuación, se aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable.
La ley procesal tiene efecto general e inmediato.



LEY 882 DE 2004



Artículo 1°. El artículo 229 de la Ley 599 de 2000 quedará así:

Violencia Intrafamiliar. El que maltrate física o sicológicamente a cualquier miembro de su núcleo familiar, incurrirá, siempre que la conducta no constituya delito sancionado con pena mayor, en prisión de uno (1) a tres (3) años.

La pena se aumentará de la mitad a las tres cuartas partes cuando el maltrato, del que habla el artículo anterior recaiga sobre un menor, una mujer, un anciano, una persona que se encuentre en incapacidad o disminución física, sensorial y psicológica o quien se encuentre en estado de indefensión.

Artículo 2°. La presente ley rige a partir de su promulgación y deroga todas las disposiciones que le sean contrarias.

El Presidente del honorable Senado de la República,

Germán Vargas Lleras.

El Secretario General del honorable Senado de la República,

Emilio Ramón Otero Dajud.

El Presidente de la honorable Cámara de Representantes,

Alonso Acosta Osio.

El Secretario de la honorable Cámara de Representantes,

Angelino Lizcano Rivera.

REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL

Publíquese y ejecútese.

Dada en Bogotá, D. C., a 2 de junio de 2004.

ÁLVARO URIBE VÉLEZ

El Ministro del Interior y de Justicia,

Sabas Pretelt de la Vega.



De acuerdo con los datos de Medicina Legal, el 16% de los casos de VIF reportados corresponde a maltrato infantil; el 63%, a violencia conyugal y el 21% restante a lesiones ocasionadas entre otros familiares.

Cifras del Maltrato Infantil en Ibagué



Niños de Ibagué están en peligro. En septiembre, 22 niños llegaron víctimas de maltrato al hospital San Francisco.
En agosto y septiembre, las cifras sobre maltrato infantil y violencia intrafamiliar que se reportaron en el Hospital San Francisco, tiene preocupados a las directivas.
En los últimos dos meses se presentaron 28 casos de violencia intrafamiliar, 35 de maltrato infantil, 14 por abuso sexual y 6 niños han intentado suicidarse. El caso más crítico lo registró una niña de 8 años quien intentó acabar con su vida, el proceso ya está en manos del Bienestar Familiar.

Problemas económicos, abandono y situaciones emocionales de los padres, son algunas de las consecuencias que origina que en la ciudad se presentan cada vez más situaciones de violencia contra los niños y niñas. Fanny Gómez, gerente del hospital San Francisco, hace un llamado a todos los organismos del municipio y a los padres de familia para que al centro no lleguen más niños maltratados.

"La situación es preocupante, porque no solo estamos reportando violencia y maltrato, al centro nos ha llegado casos sobre abuso sexual y varios intentos de suicidios en los niños. Nosotros venimos manejando una serie de procesos con la trabajadora social y la psicóloga para ayudar a estas personas", aseguró Gómez.

En el último mes, el hospital ha reportado 22 casos de solo maltrato infantil, en agosto esta cifra estaba en 13 hechos. Luis Sánchez, coordinador de la central de urgencias dice que al hospital llegan niños en situaciones de abandono y desnutrición, y que por estas razones se reportan a las instituciones encargadas como el Icfb.

El médico también dijo que los casos por violencia intrafamiliar son alarmantes, los niños que ingresan a la central de urgencias, traen quemaduras, golpes, hematomas, fracturas que sufren dentro de sus casas, originadas por familiares y en muchas ocasiones son estos hechos los que han originado intentos de suicidios.

"Es necesario que se realicen más programas de concientización para que los casos de violencia en vez de aumentar disminuyan. La situación que vive actualmente el municipio es preocupante", dijo Sánchez. Además comentó que dentro de las proyecciones de la central de urgencia habrá un medico en portería quién evaluara los casos graves y de esta manera agilizar los procesos en urgencias.

La Violencia Intrafamiliar



Vamos a definir la violencia Intrafamiliar como aquella violencia que tiene lugar dentro de la familia, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio, y que comprende, entre otros, violación, maltrato físico, psicológico y abuso sexual.

Entendemos que la violencia doméstica es un modelo de conductas aprendidas, coercitivas que involucran abuso físico o la amenaza de abuso físico. También puede incluir abuso psicológico repetido, ataque sexual, aislamiento social progresivo, castigo, intimidación y/o coerción económica.
Hay autores que señalan que la violencia Intrafamiliar se da básicamente por tres factores; uno de ellos es la falta de control de impulsos, la carencia afectiva y la incapacidad para resolver problemas adecuadamente; y además en algunas personas podrían aparecer variables de abuso de alcohol y drogas.

El niño y la niña golpeados

Todos sabemos que siempre es triste y doloroso arrastrar la vida cuando no se recibió amor, sobre todo de los padres durante la niñez. Todo el que ha estudiado siquiera un poco al ser humano, le va a decir que los cinco primeros años de la vida dejan una marca imborrable para toda la vida, para bien o para mal. Por eso, el privar a un niño de amor es como privar de fertilizante a un árbol que empieza a crecer, pero el golpearlo es como echarle veneno, lo va a terminar de matar psicológicamente y emocionalmente, o mejor va a crecer herido de muerte. Pero hay golpes y golpes, algunos golpes sacan sangre o dejan morados, incluso un mal golpe puede producir la muerte, pero hay otros mas sutiles que no se ven, pero que se graban a fuego lento no sólo en mente sino en la identidad de ese niño o de esa niña. Se graban en su "yo", y los frutos de estos golpes emocionales se van a ver después en sus relaciones con personas significativas y en su relación con el mundo.

Me gustaría hablar un poco más detalladamente de esos golpes, que solamente los ven o los oyen quienes los dan, aunque no piensen en las consecuencias futuras y terribles que van a traer en sus hijos.

Está claro, que cuando se repiten los golpes físicos, pero sobre todo los psicológicos o emocionales, se va agotando el amor. Nosotros los adultos sabemos como duele el silencio, tal vez más que las palabras ofensivas. Ese silencio es el peor de los castigos, ahora imagínese a un niño que no ha hecho nada y no se le habla, y no se le abraza y acaricia, cómo se va conformando su identidad...pensemos en eso.

¿Han pensado en el daño que hacen a sus hijos, posiblemente muchas veces sin darse cuenta, cuando en lugar de relacionarse con sus hijos pequeños están preocupados del trabajo, con la limpieza, etc., en forma obsesiva y perfeccionista la casa? Son golpes lentos que van formando defectuosamente la escultura de su hijo.

Silencio y ausencia, cuando se reprocha al hijo los pequeños errores pero cierras tu corazón y tu boca cuando hace algo bien. Por, ejemplo, cuando el niño empezó el kinder e hizo un dibujo, que pudo ser cuatro rayas cruzadas, pero que para él era una obra de arte, en lugar de abrazarlo o alabarlo, guardaste silencio. Con ello se produce en el hijo que aprenda a ver sólo los errores, pero no lo bueno que hay en sus personas.

Todos estos golpes emocionales y psicológicos, hacen tanto daño en la niñez porque el niño o la niña no sabe defenderse; su mente apenas empieza a desarrollar lentamente ciertos mecanismos de defensa para poder filtrar y analizar lo que ve y oye. Su mente es como una esponja: recibe todo. No tiene capacidad para decir esto es verdad o no es verdad, lo que dicen es justo o injusto. Por eso los mensajes-golpes son como olas gigantescas que llegan sin control a lo más profundo de ese ser indefenso. Pero que distinta es la niñez y el futuro de sus hijos cuando ellos palpan el amor entre su padre y su madre, cuando ellos desde pequeños ven que su madre recibe con un beso, un abrazo al padre que llega del trabajo, o cuando el padre viene con un ramo de flores para su esposa o le da un beso a su esposa. Son detalles que se van grabando en el alma de los niños, que van modelando su personalidad, que van llenando de amor ese tanque-corazón. Créame, esa será la mejor herencia que podrá dejar a sus hijos.

Las causas de la codependencia

En todas las familias existe cierta disfuncionalidad en mayor o menor grado. A menudo las personas codependientes han sido objeto de algún tipo de abuso físico o verbal, o sufrieron el abandono de uno de sus padres o de ambos, ya sea físico o emocional.

El codependiente busca alivio en alguna adicción para "anestesiarse" ante su dolor. A veces lo hace a través de relaciones personales disfuncionales y muchas veces dañinas; o mediante adicciones al dinero, el sexo, la ira, las drogas, la bebida, etc. El codependiente está atado a lo que le sucedió en su familia de origen y se siente internamente torturado por ello, aunque la mayoría de las veces no se da cuenta de lo que le está sucediendo.

Cada uno de nosotros tenemos una necesidad innata de recibir amor. A esta necesidad la podemos llamar "el tanque del amor". Al nacer el niño, ese tanque está vacío. Si los padres son personas emocionalmente sanas cuyos tanques de amor están llenos, pueden llenar el tanque de sus hijos y estos crecerán y se desarrollarán psicológicamente sanos. Sin embargo, si uno de los padres o ambos no tenían lleno su propio tanque, lo más probable es que el niño no reciba suficiente amor porque su padre o su madre no lo tuvieron para darlo. Esta falta de amor deja cicatrices en el alma de los niños que llevan a ciertos comportamientos disfuncionales en la adultez, como la codependencia. El codependiente no puede dar lo que no recibió, por lo tanto, la codependencia se convierte en un círculo vicioso que continúa de generación en generación si no se busca ayuda psicológica.

Los niños de familias disfuncionales crecieron sin haber escuchado mensajes importantes de sus padres tales como ; "eres muy inteligente", "estás haciendo un buen trabajo" o "gracias mi amor, agradezco mucho tu ayuda." Debido a ello al crecer se sienten abandonados, tienen baja autoestima y buscan la aprobación de otras personas para sentirse mejor consigo mismos. A veces su hambre de amor y aprobación son tan grandes al llegar a la adolescencia o la adultez, que están dispuestos a soportar cualquier cosa, con tal de recibir aunque solo sean "migajas" de cariño y atención.

Dinámica de la VIF:

Al principio de la mayoría de las relaciones es muy difícil que aparezca la violencia. Durante este período se muestra un comportamiento positivo. Cada miembro de la pareja muestra su mejor faceta. La posibilidad de que la pareja termine es muy alta si ocurriera algún episodio de violencia.

FASE 1. ACUMULACIÓN DE TENSION

La dinámica de la violencia Intrafamiliar existe como un ciclo, que pasa por tres fases.

· A medida que la relación continúa, se incrementa la demanda así como el stress.

· Hay un incremento del comportamiento agresivo, más habitualmente hacia objetos que hacia la pareja. Por ejemplo, dar portazos, arrojar objetos, romper cosas.

· El comportamiento violento es reforzado por el alivio de la tensión luego de la violencia.

· La violencia se mueve desde las cosas hacia la pareja y puede haber un aumento del abuso verbal y del abuso físico.

· La pareja intenta modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia. Por ejemplo: mantener la casa cada vez más limpia, a los chicos más silenciosos, etc.

· El abuso físico y verbal continúa.

· La mujer comienza a sentirse responsable por el abuso.

· El violento se pone obsesivamente celoso y trata de controlar todo lo que puede: el tiempo y comportamiento de la mujer (cómo se viste, adónde va, con quién está, etc.)

· El violento trata de aislar a la víctima de su familia y amistades. Puede decirle, por ejemplo, que si se aman no necesitan a nadie más, o que los de afuera son de palo, o que le llenan la cabeza, o que están locos etc.

Esta fase difiere según los casos. La duración puede ser de semanas, días, meses o años. Se va acortando con el transcurrir del tiempo.

FASE 2. EPISODIO AGUDO DE VIOLENCIA

· Aparece la necesidad de descargar las tensiones acumuladas

· El abusador hace una elección acerca de su violencia. Decide tiempo y lugar para el episodio, hace una elección consciente sobre qué parte del cuerpo golpear y cómo lo va a hacer.

· Como resultado del episodio la tensión y el stress desaparecen en el abusador. Si hay intervención policial él se muestra calmo y relajado, en tanto que la mujer aparece confundida e histérica debido a la violencia padecida.

FASE 3. ETAPA DE CALMA, ARREPENTIMIENTO O LUNA DE MIEL

· Se caracteriza por un período de calma, no violento y de muestras de amor y cariño.

· En esta fase, puede suceder que el golpeador tome a su cargo una parte de la responsabilidad por el episodio agudo, dándole a la pareja la esperanza de algún cambio en la situación a futuro. Actúan como si nada hubiera sucedido, prometen buscar ayuda, prometen no volver a hacerlo, etc.

· Si no hay intervención y la relación continúa, hay una gran posibilidad de que la violencia haga una escalada y su severidad aumente.

· A menos que el golpeador reciba ayuda para aprender métodos apropiados para manejar su stress, esta etapa sólo durará un tiempo y se volverá a comenzar el ciclo, que se retroalimenta a sí mismo.

Luego de un tiempo se vuelva a la primera fase y todo comienza otra vez.

El hombre agresor no se cura por sí solo, debe tener un tratamiento. Si la esposa permanece junto a él, el ciclo va a comenzar una y otra vez, cada vez con más violencia.

Personalidad del maltratador:

Los agresores suelen venir de hogares violentos, suelen padecer trastornos psicológicos y muchos de ellos utilizan el alcohol y las drogas lo que produce que se potencie su agresividad. Tienen un perfil determinado de inmadurez, dependencia afectiva, inseguridad, emocionalmente inestables, impaciente e impulsivos.

Los agresores trasladan habitualmente la agresión que han acumulado en otros ámbitos hacia sus mujeres.

Maltratador, frecuentemente es una persona aislada, no tiene amigos cercanos, celoso (celotipia), baja autoestima que le ocasiona frustración y debido a eso se genera en actitudes de violencia.

Una investigación de los psicólogos norteamericanos, el Dr. John Gottman y Dr. Neil Jacobson. Señalan que los hombres maltratadores caen en dos categorías: pitbull y cobra, con sus propias características personales:

Pit bull:

  • Solamente es violento con las personas que ama
  • Celoso y tiene miedo al abandono
  • Priva a pareja de su independencia
  • Pronto ora, vigilar y atacar públicamente a su propia pareja
  • Su cuerpo reacciona violentamente durante una discusión
  • Tiene potencial para la rehabilitación
  • No ha sido acusado de ningún crimen
  • Posiblemente tuvo un padre abusivo.

Cobra:

  • Agresivo con todo el mundo
  • Propenso a amenazar con cuchillos o revólveres
  • Se calma internamente, según se vuelve agresivo
  • Difícil de tratar en terapia psicológica
  • Uno depende emocionalmente de otra persona, pero insiste que su pareja haga lo que él quiere.
  • Posiblemente haya sido acusado de algún crimen
  • Abusa de alcohol y drogas.
El pitbull espía a su mujer, es celópata, cae bien a todas las personas, excepto a sus novias o esposas. El cobra es un sociópata, frío, calculador, puede ser cálido. El maltrato no cesa por sí solo.

Después de que la mujer ha sido físicamente maltratada y tiene miedo, a veces cesa este tipo de abuso y lo reemplaza con un constante maltrato psicológico, a través del cual le deja saber a su víctima, que el abuso físico podría continuar en cualquier momento.

En ocasiones la violencia del maltratador oculta el miedo o la inseguridad, que sintió de niño ante un padre abusivo que lo golpeaba con frecuencia, al llegar a ser un adulto prefiere adoptar la personalidad del padre abusador a sentirse débil y asustado. En otros casos, los comportamientos ofensivos son la consecuencia de una niñez demasiado permisiva durante la cual los padres complacieron al niño en todo. Esto lleva al niño a creerse superior al llegar a ser un adulto y a pensar que él está por encima de la ley. O sea, que puede hacer lo que quiera y abusar de quien quiera. Piensa que se merece un trato especial, mejor que el que se les da a los demás.

La violencia doméstica no siempre resulta fácil de definir o reconocer. En términos generales podríamos designarla como el uso deliberado de la fuerza para controlar o manipular a la pareja o al ambiente más cercano.

Se trata del abuso psicológico, sexual o físico habitual. Sucede entre personas relacionadas afectivamente, como son marido y mujer o adultos contra los menores que viven en un mismo hogar.

La violencia doméstica no es solamente el abuso físico, los golpes, o las heridas. Son aún más terribles la violencia psicológica y la sexual por el trauma que causan, que la violencia física, que todo el mundo puede ver. Hay violencia cuando se ataca la integridad emocional o espiritual de una persona.

La violencia psicológica se detecta con mayor dificultad. Quien ha sufrido violencia física tiene huellas visibles y puede lograr ayuda más fácilmente. Sin embargo, a la víctima que lleva cicatrices de tipo psicológicas le resulta más difícil comprobarlo. También lo dificulta, por ejemplo, la habilidad manipuladora de su esposo que presenta a su esposa como exagerada en sus quejas o simplemente como loca..

A la violencia física precede, a veces, años de violencia psicológica. La violencia psicológica es, despreciar a la mujer, insultarla de tal manera, que llega un momento en que esa mujer maltratada psicológicamente, ya cree que esos golpes se los merece. Y qué difícil es convencer a una mujer de que vaya a pedir auxilio cuando cree que no lo necesita.

Hay mujeres que se avergüenzan por lo que les sucede y que hasta se creen merecedoras de los abusos. Por eso prefieren mantenerlos en secreto y así esa situación puede prolongarse durante años. Los que maltratan a sus víctimas lo hacen de acuerdo a un patrón de abuso psicológico.

Igual que en el caso del alcohólico, el que golpea a una mujer o la maltrata psicológica o sexualmente, lo primero que hará es negarlo.

Negación es decir: "No, es que yo le pego con razón". No hay ninguna razón para golpear a una mujer, ni a nadie. Pero lo niegan. Dicen: "Yo no la he golpeado, yo no le hecho nada, sólo tocarla".

Otra forma de abuso psicológico es el aislamiento, en que le hacen el vacío a la mujer, ni le hablan, ni la miran y entonces ella se va creyendo que se merece ese trato.

La intimidación es también un abuso. "Si dices algo te mato." Muchas mujeres no se atreven a hablar, por las amenazas que sus maridos o sus compañeros lanzan contra ellas.

Tanto el adicto a cualquier droga como el abusador, siempre tienen excusas y le echan la culpa a alguien.

También dentro de ese hábito de abuso psicológico está el abuso económico. "Si dices algo no te voy a dar la mensualidad".

Dentro de ese abuso psicológico de los maridos que golpean (lo que se llama en psicología la triangulación), hay otro tipo de abuso: utilizar a los hijos para hacerles sentir culpables a las esposas. En este caso los hijos sirven de mensajeros: "dile a tu madre que..."

Las amenazas a través de los hijos, las amenazas de que le van a quitar al hijo, todos estos son abusos psicológicos que preceden al abuso físico.

Todos estos abusos impiden que la mujer deje el hogar, ese hogar violento. Es que esa violencia psicológica a que están sometidas muchas mujeres, es más horrorosa que el abuso físico. Pregúntele a cualquier mujer a la cual han maltratado físicamente qué es lo que le duele más; si las palabras hirientes, los desprecios o los golpes. Los golpes se pasan, los abusos psicológicos, los insultos, los desprecios se clavan en el corazón.

Manifestaciones de violencia psicológica:
a) Abuso verbal: Rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales e ironías para confundir, etc.

b) Intimidación: Asustar con miradas, gestos o gritos. Arrojar objetos o destrozar la propiedad.

c) Amenazas: De herir, matar, suicidarse, llevarse a los niños.

d) Abuso económico: Control abusivo de finanzas, recompensas o castigos monetarios, impedirle trabajar aunque sea necesario para el sostén de la familia, etc.

e) Abuso sexual: Imposición del uso de anticonceptivos, presiones para abortar, menosprecio sexual, imposición de relaciones sexuales contra la propia voluntad o contrarias a la naturaleza.

f) Aislamiento: Control abusivo de la vida del otro, mediante vigilancia de sus actos y movimientos, escucha de sus conversaciones, impedimento de cultivar amistades, etc.

g) Desprecio: Tratar al otro como inferior, tomar las decisiones importantes sin consultar al otro.


¿Por qué se mantiene la mujer en esta relación?

La persona abusada se vuelve codependiente de su marido (el agresor), aún después de ser golpeada. Es frecuente escuchar esta frase: "Es que yo lo quiero tanto". Personas que llevan años soportando golpes dicen: "Yo no me separo porque lo quiero". Es imposible querer a una persona que te está tratando como si fueras un animal, eso es depender de esa persona.

Otro motivo por el cual algunas mujeres no se separan de este problema de codependencia, es que las anima la familia y lamentablemente la Iglesia, a permanecer con el abusador. Sobre todo la familia les aconseja que mantengan esa relación por "el bien de tus hijos". "¿Cómo vas a dejar a tus hijos sin padre?", les dicen.

¿Qué es mejor, tener un padre que golpea a su madre y que luego golpeará a sus hijos, o no tener padre? Se les hace mucho más daño a los hijos cuando ven que su padre golpea a su madre. Para los niños pequeños la madre es la base de toda su vida, la base de su afectividad, la base de su seguridad. Si una madre es golpeada, sus hijos se derrumban afectivamente. Es mucho mejor separase. Yo no estoy a favor del divorcio, pero la separación es, a veces, menos dañina.

A veces las mujeres no se separan y sufren en silencio por miedo a perder su seguridad económica y la de sus hijos. Esto sucede sobre todo en la mujer que no tiene educación.

Otras veces no se separan debido a las amenazas de más violencia o de muerte, si intentan separarse. "Si le dices algo a la policía te mato".

Cuando se pregunta a algunas mujeres por qué aguantaron maltrato durante años, la respuesta más común es ésta: "Por mis hijos; no quería que se criaran sin un padre". Parece una respuesta válida, pero si la analizamos profundamente descubrimos su inconsistencia. Sucede que en una situación de violencia los hijos también sufren. El crecimiento en una atmósfera de miedo, tensión y terror influirá negativamente en su desarrollo emocional y más tarde se manifestará en el abandono escolar, en el uso de drogas, en desórdenes psicológicos y en violencia y delincuencia.

En muchos casos influye el factor económico. Soportan cuanta vejación venga con tal de no perder la seguridad económica para sí y sus hijos. Se trata generalmente de mujeres con poca preparación académica, conscientes de que sin el marido no podrían vivir cómodamente.

Lo peor es que la mujer repetidamente abusada se destruye psicológicamente. Su yo, su identidad individual. Eso la incapacita para tomar las decisiones correctas. Cae en la ambivalencia efectiva ("¡Qué bueno es él cuando no me golpea!"); su autoestima queda por los suelos hasta creer ella misma que merece tales insultos y golpes.

Cuando una persona cae a ese nivel, su capacidad de decisión queda prácticamente anulada, porque el principio vital está herido de muerte. Si a una persona así aplastada se le amenaza con un "Si me denuncias, te mato", se sentirá paralizada. Quizás en un último intento de supervivencia reaccione, pero usando las mismas armas que a ella la han destruido.

El amor no debe doler. El amor implica confianza, protección, respeto a los gustos del otro, comunicación, caricias, ayudas al crecimiento emocional y espiritual. Consiste en compartir la vida con alegría, dialogar sobre las diferencias y preferencias, y respetar la integridad física, moral y espiritual de la persona amada.

Las mujeres que aguantan una relación abusiva indefinidamente acaban perdiendo su salud física y menta, se enferman, toda la familia termina enferma. Las mujeres en situaciones abusivas pierden su autoestima. No saben protegerse, ni se dan cuenta del peligro que corren.

El porqué de la violencia doméstica

Primero hay una raíz cultural histórica. Durante mucho tiempo nuestra sociedad ha sido muy machista, el hombre ha creído que tiene el derecho primario a controlar, a disciplinar con severidad, incluso a abusar de la vida de la mujer y de los hijos. Eso ha sucedido bajo la apariencia del rol económico del hombre, proveedor de la alimentación.

No crea que en EE.UU.. no se golpea a la mujer. El padre americano, en tiempos de la colonia, tenía derecho hasta de matar al hijo cuando no le obedecía.

Otra causa es la cultura actual. La gente se tira de los pelos. ¿Por qué pasa esto? El modelo presente de nuestra sociedad está reforzando el uso de la fuerza para resolver los problemas. Por eso el abusador usa la fuerza física, para mantener el poder y el control sobre la mujer, porque ha aprendido que la violencia es efectiva para obtener ese fin de control y como ellos no han sufrido las consecuencias, las mujeres se han callado.

La violencia doméstica ocurre en todos los niveles de la sociedad, no solamente en las familias pobres. En las familias ricas sucede lo mismo. Lo que pasa es que una mujer a quien le dieron una paliza, si tiene dinero, se va tranquilamente a una clínica privada y aquí no ha pasado nada. Las que son pobres tienen que ir al hospital y allí los médicos dicen: "A esta mujer la han golpeado" y la policía se encarga de eso.

Entre blancos, negros, amarillos, católicos, judíos, protestantes y evangélicos; entre todos, existe la violencia doméstica. Pero no por ser protestantes o católicos, sino, por no ser como deben ser.

Otra causa de este problema son los medios de comunicación. En la televisión la violencia es glorificada, los estereotipos que nos presentan son de violencia sexual. Cuando un marido por la fuerza tiene relaciones sexuales con su esposa, eso se llama violencia sexual, porque la mujer también tiene derecho a decir que no. Si a una mujer, como yo oigo todos los días, se le insulta, se le veja, se le dice barbaridades, no se le habla y solamente se la utiliza para tener relaciones sexuales con ella; ¿Cómo va a querer estar con su marido? Tiene el derecho a decir que no, todo el derecho del mundo.

En muchos casos, también la violencia doméstica está íntimamente relacionada con el alcohol y las drogas. ¿Qué sucede cuando una persona consume drogas o se emborracha? En esta parte del cerebro tenemos los centros vitales, comunes con los animales y allí está el centro de la agresividad o del instinto agresivo. Todos los hombres y las mujeres lo tenemos. Pero en la persona normal, esos centros se comunican con la parte consciente del hombre, lo cual diferencia al hombre del animal.

Cuando uno toma alcohol o usa cualquier droga, estos centros quedan como un barco sin timón. Y ¿Qué le pasa a un barco sin timón? Pues se estrella contra las rocas. Sobre todo la agresividad, el instinto sexual, quedan sin control. Entonces viene el golpear a la mujer y a los hijos bajo el efecto del alcohol y el abusar de la mujer sexualmente. El 50 % de los casos (que se conocen) de abuso sexual entre los hijos, es entre personas alcohólicas o adictas, porque surge el animal que hay dentro de nosotros mismo, en España.

Los recuerdos, los valores, los consejos, cuando uno usa o abusa del alcohol o drogas, no funcionan y viene la violencia doméstica.

A pesar de la llamada "liberación femenina" (que en realidad muchas veces ha llevado a la mujer a mayor esclavitud), todavía hay hombres que consideran a esposa e hijos como objetos de su propiedad. Por eso se creen con el derecho a descargar sobre ellos su frustración o malhumor maltratándolos a su antojo.

Como los hijos imitan a padres, se da con frecuencia que quienes en la niñez fueron testigos de abusos físicos entre sus padres, repiten la misma conducta cuando llegan al estado adulto. Aprendieron que los problemas y conflictos se afrontan con la fuerza bruta.

Ese aprendizaje negativo se arraiga tanto que muchas veces pasa de generación en generación. Si a esto se añade la "glorificación" de la violencia en los medios de comunicación, podemos entender el por qué muchos seres humanos recurren a la violencia, a veces con una frialdad que asusta más que el mismo acto violento.

La experiencia enseña que muchos de los abusadores familiares parecen "mosquitas muertas"; pasan por personas educadas y suaves, pero en el fondo son individuos celosos con una pobre imagen de sí mismos y que viven en un mundo irreal. Si a esas personas les da por tomarse unos tragos de más, cosa frecuente, la explosión violenta será mucho mayor.

¿Qué pasa con las víctimas de la violencia familiar?

Muchas siguen sufriendo hasta quedar completamente destruidas física, psicológica y moralmente. Otras acusan a sus agresores ante la policía, que muchas veces no toma debidas cartas en el asunto. Y ocurre, además, lo que no quisiéramos que ocurriera: La víctima también se vuelve violenta.

Entendemos que las personas que sufren hambre endémica se subleven y hasta se alcen en armas. ¿Por qué no entendemos que una mujer pisoteada, escarnecida, degradada en lo más íntimo de su ser pueda explotar y volverse violenta? Eso, aunque no se justifique, se explica.


La violencia doméstica: Un mal sobre el cual es difícil hablar:

¿Qué constituye violencia?

¿Es simplemente darle golpes a una persona? También la violencia psicología nos ha dado una nueva visión del ser humano y de sus necesidades psicológicas. Ahora sabemos que hay otro tipo de violencia que también hace daño a las personas: la violencia psicológica o verbal.

Destruir la autoestima de una persona sistemáticamente mediante críticas, desprecios, abandono o insultos; también son formas de violencia. No cabe duda de que a veces los golpes al espíritu son mucho más dañinos que los golpes al cuerpo y dejan heridas más profundas. Las víctimas de este tipo de violencia por lo general continúan sufriendo calladamente y por eso no reciben la ayuda que tanto necesitan. Una persona golpeada en su cuerpo puede mostrar las heridas y recibir ayuda. Sin embargo, la que es golpeada sistemáticamente en su psiquis, en su espíritu, no tiene heridas físicas que mostrar al mundo para poder pedir ayuda. Como este tipo de abuso o violencia doméstica ocurre mayormente en la privacidad del hogar, generalmente pasa desapercibido, a veces durante muchos años. Por añadidura, generalmente la violencia verbal o psicológica precede a la física.

Cuando a la mujer se le coacciona para que aborte (lo cual constituye violencia también contra una criatura inocente que no ha nacido), utilice peligrosos anticonceptivos y abortivos o se practique la dañina esterelización; todos estos también constituyen actos de violencia.

¿Por qué permanecen muchas mujeres en una relación abusiva?

Las víctimas del maltrato verbal muchas veces piensan que éste no es lo suficientemente grave como para tratar de hacer algo para impedirlo. Algunas temen que no les creerán si denuncian al abusador, pues a menudo éste goza de una buena imagen pública. Las que están siendo golpeadas tienen miedo a las represalias por parte del agresor ya que a menudo éste amenaza con matarla. Otras temen enfrentar la vida solas o simplemente no tienen los medios para hacerlo. A veces alguien que la víctima respeta le dice que debe permanecer en esa relación abusiva "por el bien de sus hijos". En el caso de la mujer del alcohólico o drogadicto, ella es una codependiente de su esposo o "compañero" y la codependencia es una enfermedad emocional que requiere tratamiento de un psicólogo o psiquiatra. Todas estas mujeres tienen en común una baja autoestima y una incapacidad para poner límites porque vienen arrastrando problemas emocionales desde su niñez. A menudo la raíz de la violencia doméstica tanto para las víctimas como para sus victimarios, es el vacío afectivo. O sea, la falta de amor y atención en su niñez.

En los hogares disfuncionales en los cuales un cónyuge maltrata al otro, es común el maltrato a los niños. Constituye violencia no sólo el darles fuertes golpes, sino también gritarles, menospreciarlos, castigarlos excesivamente o negarles la atención, la aceptación y el amor que son tan imprescindibles para su desarrollo emocional y social. También es un acto de violencia en el caso de los padres divorciados, el hablar mal del ex-cónyuge delante de los hijos o utilizarlos para hacerle daño al otro.

Lamentablemente, cuando una mujer está siendo víctima de cualquier tipo de violencia por parte de su esposo o "compañero", está tan enfrascada en defenderse que a menudo no puede darse cuenta del daño que también están sufriendo sus hijos. A veces permite hasta los maltratos físicos o verbales a éstos por parte del padre o padrastro, porque se siente incapaz de detenerlos ni siquiera en lo que respecta a sí misma.

Los casos de violencia doméstica o intrafamiliar abundan. Es algo que puede sucederle y en verdad a veces les sucede a personas que se consideran religiosas, porque se trata de una enfermedad psicológica que debe ser tratada.

Todos los que están involucrados en la violencia están enfermos y necesitan ayuda

Hasta que no se conozcan los hechos, ninguno de ellos la recibirá. No se les hace ningún favor a los miembros de una familia que está en estas circunstancias al ayudarle a mantener este horrible secreto. Se les debe motivar a obtener ayuda de un sacerdote o pastor y/o un psicólogo.

El continuar permitiendo este tipo de abuso tiene graves consecuencias sobre todo para los niños, muchas de las cuales sólo se manifestarán pasados muchos años. A veces los niños se convierten en victimarios y las niñas en víctimas igual que su mamá. Los niños que crecen en hogares violentos tienen una gran probabilidad de ser criminales en el futuro.

Muchas mujeres han intentado de diversas maneras evitar las situaciones de violencia, ya sea modificando conductas propias, a través de separaciones temporales, recurriendo a distintos profesionales e inclusive a los sistemas de seguridad y justicia, sin lograr cambios. Sumemos la presión social fundada en mitos como "algo habrá hecho", "la mujer buena tiene que sacrificarse por la familia", "los celos son una manifestación de amor" y tendremos a una mujer muy confundida, convencida de que nada de lo que haga podrá modificar la situación.

Recuerde que la violencia familiar es un proceso cíclico y que, a medida que pasa el tiempo, los ciclos de tranquilidad se reducen en duración, en tanto los episodios van aumentando en intensidad y frecuencia. La duración de este ciclo, que pocas veces es percibido por la víctima, es un indicador valioso.

También es importante tener en cuenta factores circunstanciales o permanentes, que tiendan a aumentar los niveles de stress del abusador y/o a reducir sus umbrales de inhibición (falta de trabajo, problemas de adicción, salud, etc.)

Mitos acerca de la Violencia Intrafamiliar

El problema de la violencia familiar está muy exagerado.

El maltrato es la causa más común de lesiones o daño en la mujer, más aún que los accidentes automovilísticos, violaciones o robos combinados. Las secuelas de la violencia doméstica producen altísimos costos al estado y a la sociedad en general. La violencia física es la causa de un cuarto de todos los intentos de suicidio realizados por la mujer. El 50% de los hogares padece de alguna forma de violencia. Debido a la proyección estadística de la violencia Intrafamiliar se irá incrementando con el paso del tiempo si no hacemos algo para detenerla.

Hombres y mujeres han peleado siempre; es natural.

En cada familia o relación existen conflictos ocasionales o más o menos permanentes, pero no hay necesidad de resolverlos mediante la violencia. El maltrato es un crimen de abuso, poder y control. El golpeador habitualmente piensa que tiene el derecho de controlar a su pareja y/o niños por cualquier medio, aún a través de los golpes. La violencia no es una manera aceptable ni justificable para solucionar problemas, aún cuando sólo sea ocasionalmente.

La violencia intrafamiliar es un problema de las clases sociales bajas y de las poblaciones marginales.

La violencia intrafamiliar se produce en todas las clases sociales, sin distinción de factores sociales, raciales, económicos, educativos o religiosos. Las mujeres maltratadas de menores recursos económicos son más visibles debido a que buscan ayuda en las entidades estatales y figuran en las estadísticas. Suelen tener menores inhibiciones para hablar de este problema, al que consideran "normal". Las mujeres con mayores recursos buscan apoyo en el ámbito privado y no figuran en las estadísticas. Cuanto mayor es el nivel social y educativo de la víctima, sus dificultades para develar el problema son mayores, por diversas razones. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la carencia de recursos económicos y educativos son un factor de riesgo, ya que implican un mayor aislamiento social.

El maltrato generalmente se produce una sola vez.. Debería ser un asunto familiar privado, no un crimen.

El incidente de maltrato rara vez es un hecho aislado. En realidad el maltrato generalmente se produce como una escalada en frecuencia e intensidad, con el agravante de tener un comienzo insidioso (la víctima no lo nota al principio). La incidencia posterior de la violencia es menor cuando el golpeador es denunciado o arrestado, que cuando la policía separa a las partes o actúa como mediadora. Las mujeres maltratadas se merecen la protección que, además, es su derecho, del sistema judicial y policial y necesitan de los recursos que la comunidad puede brindar. La mayor parte de las mujeres que consulta lo hace después de haber padecido un promedio de 7 años de violencia doméstica.

Si la mujer maltratada realmente quisiera, podría dejar a su abusador.

Muchas mujeres dejan a sus parejas. Muchas mujeres que se divorcian por abuso eligen no hablar de la violencia. Sin embargo existen razones sociales, económicas, culturales, religiosas, legales y/o financieras que mantienen a las mujeres dentro de la relación. El miedo es otra de las razones que las hace permanecer en sus hogares. Los peores episodios de violencia suceden cuando intentan abandonar a su pareja. Los golpeadores tratan de evitar que las mujeres se vayan a través de amenazas de lastimarlas o matarlas, de lastimar o matar a sus hijos, de matarse ellos o de quedarse con la tenencia de los chicos.

Las actitudes sociales, tales como la creencia de que el éxito del matrimonio es responsabilidad de la mujer y que las mujeres lastiman a sus hijos si los privan de su padre, sin importar cómo actúe él, mantienen a muchas mujeres dentro de la relación violenta. Además, las mujeres con chicos que abandonan el hogar tienen el 50% de posibilidades de verse económicamente perjudicadas y terminar viviendo por debajo de niveles de pobreza.

No existe la violación conyugal.

Por lo menos una quinta parte de las mujeres maltratadas son forzadas a mantener relaciones sexuales durante el episodio de violencia o inmediatamente después. De la misma manera son forzadas a realizar actos sexuales indeseados.

El embarazo detendrá la violencia.

Frecuentemente hay un aumento de la violencia durante el embarazo y muchas veces el primer episodio de violencia física se produce durante el embarazo. Generalmente los golpes se dirigen especialmente al vientre de la mujer, produciéndole un aborto o complicaciones en el embarazo.

Muchas jóvenes inician una relación con un hombre violento al quedar embarazadas.

Los chicos no se dan cuenta de que su madre es golpeada, por lo cual no son afectados.

Al menos en la mitad de los hogares en los que la madre es maltratada, también lo son los niños. También pueden ser lastimados por la violencia en contra de su madre, a través de objetos voladores, o mientras están en sus brazos. Aún cuando los niños sólo sean testigos de la violencia contra la madre, las consecuencias para su salud y su supervivencia son graves. Frecuentemente son ellos quienes instan a la madre a abandonar la relación violenta o quienes se interponen entre los padres para proteger a la madre.

Los varones tienen más posibilidades de convertirse en violentos cuando crecen. Las niñas aprenden que la sociedad acepta la violencia hacia las mujeres.

Los niños que viven en hogares violentos se sienten asustados y confundidos. Están en un alto riesgo de experimentar problemas de conducta, aprendizaje, problemas físicos relacionados con el stress y problemas de adicción. Los niños aprenden mientras observan y ven que la violencia funciona (se consigue lo que se busca) especialmente si se utiliza contra alguien menos poderoso. Aprenden que está bien solucionar problemas y controlar a los demás mediante la violencia, especialmente cuando no hay ninguna intervención que frene la violencia.

Las mujeres maltratadas son masoquistas y locas, provocan y disfrutan del maltrato.

Las mujeres no provocan ni merecen el maltrato. Merecen una vida libre de violencia. De la misma manera que sucede con la violación, se hace el intento de acusar a la víctima del comportamiento del atacante. Los golpeadores comúnmente echan la culpa de su comportamiento a frustraciones menores, al abuso de alcohol o drogas o a lo que su pareja pudo haber dicho o hecho. La violencia, sin embargo, es su propia elección. No conocen maneras no violentas de manejar su enojo.

Las reacciones de la mujer maltratada frente a la violencia son normales y necesarias para sobrevivir, dadas las circunstancias. Ella no está loca ni disfruta del maltrato. Generalmente lo que siente es miedo, impotencia, debilidad y vergüenza. Sigue ilusionada en que su pareja va a cambiar. El muestra remordimientos o promete que va a cambiar.

Los hombres que maltratan a sus mujeres están enfermos y no son responsables por sus acciones.

El maltrato es un comportamiento aprendido de las experiencias de la infancia y de los mensajes sociales justificando la violencia contra las mujeres. Los hombres que maltratan a sus mujeres o a sus hijos son, por lo general, sumamente seductores y agradables. También son excelentes vecinos y cumplidores en el trabajo. Si realmente estuvieran enfermos serían violentos no sólo dentro del hogar, sino también fuera de él. Pocos de ellos presentan alguna patología, sólo un 10% de los casos. Los golpeadores no están fuera de control y acusan a sus parejas de provocarla. Este mito permite justificar la violencia, evitando que la sociedad sancione el maltrato.

La violencia familiar es provocada por el alcohol y las drogas.

El alcohol y las drogas son factores de riesgo, ya que reducen los umbrales de inhibición, pero no producen la violencia. La combinación de modos violentos para la resolución de conflictos con adicciones o alcoholismo suele aumentar el grado de violencia y su frecuencia. Muchos golpeadores no abusan ni de las drogas ni del alcohol y muchos abusadores de drogas o alcohol no son violentos. Son dos problemas separados que deben ser tratados por separado.

Los violentos no cambian.

Los hombres que golpean pueden aprender a ser responsables de su propio comportamiento y pueden aprender modos no violentos de actuar o comunicarse. Obviamente, los cambios sólo se producirán si el violento toma conciencia de su problema y desea solucionarlo.

Una vez que se detienen los golpes, todo va a estar bien.

El abuso psíquico, emocional y sexual generalmente son anteriores a los golpes y continúan aún cuando éstos se hayan detenido. Estos comportamientos también deben cesar para poder comenzar el proceso de reparación. Las mujeres maltratadas sienten miedo, ansiedad, indefensión, ira y vergüenza. Se desarrolla una muy pobre autoestima debido a los constantes insultos y desvalorización de su pareja. Habitualmente es aislada por su pareja y ha perdido contacto con amigos y familia. Suele estar asustada de ser culpabilizada por ellos de la violencia. El soporte de amigos, familiares y la comunidad son necesarios para reconocer sus fuerzas y para creer que ella es una buena persona que merece una vida libre de violencia. La recuperación de la violencia es un proceso que puede llevar un tiempo muy largo.

La violencia emocional produce secuelas tan severas que muchas veces se diagnostican psicopatologías graves como consecuencia del maltrato.

La violencia doméstica sólo es un problema familiar.

Es un crimen contra la sociedad agravado por el vínculo, de la misma manera que lo es la violencia entre extraños,. Problemas sociales como el alcoholismo, las adicciones, la delincuencia juvenil, el suicidio y la fuga de hogar aumentan cuando hay violencia en el hogar. Las empresas pierden billones de dólares al año debido al ausentismo y la baja productividad resultante de la violencia intrafamiliar. Los costos médicos producidos por violencia intrafamiliar ascienden a millones de pesos. Las comunidades gastan millones de pesos al año en intervenciones a través de los programas de asistencia y prevención de la violencia.

PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN EN LA DINÁMICA DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR.

La amenaza de ejercer violencia y su ejercicio al interior de la familia son conductas aprendidas y reforzadas por la violencia en los medios y en la sociedad y por la estructura tradicional de dominación en la familia. Con frecuencia aquellos que ejercen la violencia fueron víctimas u observadores de ella en sus familias de origen.

Desde un punto de vista sistémico las complejas conductas disfuncionales que hay trás la denominada "violencia intrafamiliar" son manifestaciones de desordenes o implicaciones sistémicas que tienen su origen en dos tipos de eventos en la historia familiar de los perpetradores y de las victimas:

  • eventos acaecidos en la familia de origen de uno o de ambos miembros de la pareja que han quedado inconclusos. Ellos pueden haber tenido como protagonistas de injusticias, actos de violencia y/o culpabilidad no asumida, a personas de otras generaciones. Sus consecuencias se vienen repitiendo y seguirán repitiéndose a lo largo de muchas generaciones si los hechos acaecidos no son reconocidos y concluidos apropiadamente en el contexto del alma familiar.
  • eventos que han afectado el equilibrio en la relación de pareja o actos graves en los que se ha implicado uno o ambos y no han asumido responsablemente sus consecuencias o sus culpas. En estos casos la violencia intrafamiliar es una manifestación de desordenes asociados a otras conductas disfuncionales, como por ejemplo el incesto, los celos, el alcoholismo, destinos familiares difíciles tales como la discapacidad de un hijo, la homosexualidad no asumida..
Un nuevo método psicoterapéutico, creado por el alemán Bert Hellinger, nos ha permitido observar estos eventos cargados de altos niveles de energía afectiva que han sido bloqueados y cómo se expresan a través de sentimientos o emociones sustitutas que resultan incomprensibles incluso para quién las manifiesta, y no se pueden resolver sin una mirada al sistema completo en que se ejercieron.

Así, por ejemplo, si el dolor por actos de violencia perpetrados contra uno por un ser querido no es reconocido y sentido, éste nos lleva paradójicamente a la ceguera ante las propias conductas violentas; por el mismo mecanismo, la negación de una culpa no reconocida de otros miembros del sistema familiar y que no ha sido compensada apropiadamente, se expresa a través de actuar un papel de victima o de victimario de un descendiente a pesar de que éste no tuvo ninguna responsabilidad en los hechos negados o silenciados.

En el enfoque ante la violencia se considera que las causas de esta conducta se hallan en el ámbito de la historia de los afectados y que su curación depende del reconocimiento de la necesidad de poner en orden algo en la psiquis o alma de la familia de origen y/o actual de uno o de ambos integrantes de la pareja.

También es preciso dar herramientas para el manejo de conflictos a quienes ejercen la violencia, proveer a las victimas de habilidades para confrontar en forma apropiada a quienes los hacen objeto de su violencia y fijar límites y aprender a mantener el delicado equilibrio entre dar y recibir de lo bueno y lo malo en el intercambio conyugal.

El trabajo con grupos en que participan miembros de familias, afectadas en diversos grados por el fenómeno de la violencia intrafamiliar, debe estar libre de juicios morales o éticos. Es necesario mirar a los individuos, incluidos a los perpetradores de la violencia, como a niños que obedecen los estándares válidos en su familia de origen. Si se desviaran de ellos, se sentirían culpables y no aceptados ya en su familia de origen. Es aún más difícil cuando esos estándares operan no sólo en la propia familia sino en otras del grupo de referencia de los concernidos. Entonces la presión por seguir esos estándares es aún mayor. Con este trasfondo se puede mirar a las familias de las victimas y los perpetradores de una manera más relajada y con el ánimo de comprenderlas. Así ambos pueden tener un lugar en el corazón del terapeuta y del grupo.

También es preciso estar consciente de que la gente está identificada con perpetradores, entre sus antecesores, que fueron condenados sin reconocer que estaban implicados sistemicamente. Aquí cabe realizar ejercicios en que los perpetradores ya fallecidos y sus victimas encuentran paz al unirse en un pesar común, lo que facilita la ocurrencia de cambios significativos en las familias.

Es posible observar algunos signos en determinadas etapas de nuestra relación de pareja.

En el noviazgo

Últimamente son frecuentes las noticias de mujeres heridas o golpeadas, inclusive muertas, por sus esposos. Las que han buscado ayuda han reconocido que desde la época de sus noviazgos aparecían detalles que al pasarlos por alto no les permitieron darse cuenta de lo que vendría después.

Cuando uno se enamora suele ver todo "color de rosa". La figura de la otra persona aparece ante nuestros ojos como perfecta. Si le vemos algún pequeño defecto, corremos inmediatamente a buscar una justificación o lo vemos como un asunto pasajero.

El excesivo control de nuestros actos

Si él, por ejemplo, llama constantemente al trabajo o a la casa para saber qué está haciendo ella, se toma como un signo de amor y de preocupación hacia la mujer amada. Si se enoja porque llegamos 10 minutos tarde a la cita, lo atribuimos a un exceso de responsabilidad y puntualidad.

Muchas veces no es hasta que se ha establecido el matrimonio que comenzamos a darnos cuenta quién es realmente la persona que tenemos al lado y nuestra primera sensación es la de habernos casado con un extraño al que hay que dar cuenta de todo, cumplir horarios severamente estrictos y que socava poco a poco nuestra capacidad de decidir y autoestima.

Algunas frases comunes a las que generalmente no prestamos atención son: ¿a dónde vas?, ¿con quién?, ¿por qué?, ¿vas con esa ropa tan provocativa?, ¿a qué hora regresas?, ¿lo saben tus padres? ¿esa amiga yo la conozco?, ¿dónde vive? Y otras que nos parecen puro interés amatorio pero que luego se convierten en motivos de gran ansiedad por si casualidad la hora que dijimos se va a extender o si hubo improvisaciones de último momento que luego él no va a comprender y les va a otorgar otros significados.

El afecto para ellos no es compartible

La primera etapa pudiera decirse que transcurre fundamentalmente en ese tipo de control posesivo. Es importante observar cómo reaccionan ante el amor que podemos sentir hacia otras personas. A ellos les molesta en demasía el cariño hacia familiares, amigos e hijos. Los celos de este tipo prácticamente aparecen en todos los hombres violentos. Es por eso que el nacimiento de los hijos desemboca muchas veces en episodios violentos. Ellos sienten que ya no tienen todo el cariño, que el bebé se lleva la mayor parte, que están desatendidos y por lo general, son incapaces de manejar adecuadamente la situación.

Desean todo nuestro tiempo, pensamientos y devociones para estar seguros de nuestro afecto. Por lo general son personas con baja autoestima que necesitan constantemente una reafirmación de nuestros sentimientos.

¿Conociste bien a su familia de origen?

Es muy importante conocer a la familia del futuro esposo y cómo transcurrió su infancia. Los hombres violentos en su mayoría proceden de hogares donde eran comunes las discusiones, insultos, desvalorizaciones, roturas de objetos, golpes, etc. No todas las personas que tuvieron un hogar así son violentas, pero existen muchas posibilidades de que repitan el modelo familiar cuando establezcan sus propias familias.

La violencia no siempre tiene que ver con los golpes. Las descalificaciones, desvalorizaciones e insultos son síntomas que indican la presencia del fenómeno. Frases comunes son: "Así no se hace eso", "Déjame a mí que tú no sabes", "Eres muy lenta", "Cállate, no seas tarada", "¿qué decís?, si de esto tú no sabes", etc.

El dinero, otro aspecto de la violencia

Otras formas de violencia tienen que ver con lo económico. En estos casos, el hombre mantiene el control del dinero, supervisa en qué cosa se gastó algo por mínimo que sea y la mujer tiene que pedir, a veces, hasta para compras muy pequeñas, como leche, bizcochos, etc.

Cualquier tipo de manifestación de violencia puede convertirse en otra. A medida que avanza la relación, de los insultos se puede pasar a romper objetos, de eso a los golpes y si no hay una detención del problema se puede llegar hasta la muerte.